“….Escalera E – Puerta 10. Ángeles Martínez Sarrión,

Escalera E – Puerta 11. Luisa Moreno Agustín,

Escalera E – Puerta 12. Pedro Bustamante López,

Escalera E – Puerta 13. Belisario Arenas Alonso.

Salvador, ¿podemos descansar un poco?, ya llevamos más de ciento cincuenta propiedades y nos queda una barbaridad….” – me dijo Marta. Ayer recogimos la documentación de una nueva comunidad, y hoy mismo estábamos introduciendo todos los datos en nuestro programa. Había sido la primera captación de una comunidad de más de doscientas viviendas.

Esto supondría un nuevo impulso económico al despacho, aunque también una nueva presión y carga de trabajo. Nuevamente, volví a pensar en D. Rafael y nuestras últimas charlas. Enseguida abrí el cajón de mi mesa y saqué un pequeño trozo de papel que había guardado como gran tesoro.

Se veían perfectamente las cuatra palabras claves que me había propuesto conseguir, y que había escrito con tanto entusiasmo. Ya habían pasado dos semanas desde mi reflexión pero aún no había tenido tiempo para ponerme manos a la obra.

Leí detenidamente cada una de ellas, al menos lo había hecho una veintena de veces en estas dos semanas, susurrando para que Marta no pensara que hablaba solo. No quería abandonar este objetivo, o misión, o visión, o como quisiera llamarlo yo o cualquiera de mis profesores de facultad.

Debían ser la solución a la gestión de mi despacho.

  • Estandarización
  • Control
  • Eficiencia
  • Automatización

Justo antes de comer terminamos de meter las doscientas doce viviendas, doscientas cuarenta y tres plazas de garaje y ciento cincuenta y ocho trasteros. Después del merecido descanso de hora de comida, nos reunimos Marta y yo para pensar en cómo gestionar este gran monstruo con tantas viviendas, piscina, jardín, gimnasio, pádel, portería, etcétera.

Nunca había caído en nuestras manos este perfil de comunidad, así que tanto Marta como yo estábamos nerviosos. Al comenzar esta pequeña charla ambos nos quedamos mudos. Al instante, Marta me preguntó para aumentar más mi ansiedad: “¿sabremos gestionar una comunidad tan grande, Salvador?. Me quedé dubitativo pero con el ánimo de sentirme líder, tome aliento y dije: “Debemos de empezar por tener una charla con el conserje, seguro que él nos puede dar de primera mano la mejor y más fiable información”. Marta asintió con un ligero gesto de cabeza.

Ya no pude parar, y continúe haciendo propuestas: “Vamos a preparar unos carteles de agradecimiento, bienvenida y datos de contacto del despacho, así todos los propietarios podrán sentir la accesibilidad y buen trato que van a disponer”.

Sin dar tiempo a Marta para que pudiera tomar notas, ya le estaba proponiendo otra acción: “Marta, busca una fecha lo antes posible, necesitamos celebrar una Junta General donde nos aprueben el cierre contable que nos ha pasado el anterior administrador. De paso escucharemos a nuestros clientes, seguro que no lo sabemos todo”.

Pensé que sería buena idea un acuerdo en Junta para aprobar todo lo anterior a nuestra gestión. De repente, sentí que todo esto estaba muy bien pero que realmente no era más de lo que cualquier despacho de administración de fincas haría o debería de hacer, pero sería suficiente?

Aún no había empezado a conseguir ninguna de mis cuatro palabras mágicas (estandarización, control, eficiencia, automatización), y ya pensaba a dudar de que el éxito solo estuviera en la gestión de mi despacho. ¿Qué pasaba con el propietario?, ¿no se le ofrecía nada?.

Por mucho que administración Salvador Miralles pudiera mejorar, de qué serviría si el propietario no percibía nada nuevo? Pero de inmediato, me levanté y corrí a mi despacho sin dar explicaciones a Marta, abrí el cajón, saqué nuevamente el trozo de papel del que tan orgulloso estaba, y a continuación de la última de las cuatro palabras mágicas, anoté en mayúsculas: PROPIETARIO.