Con motivo del Día de San Valentín, dedicado a los enamorados, os traemos un artículo especial que recoge varias historias de amor que han surgido en una comunidad de vecinos, porque no se nos ocurría mejor manera para homenajear este hito. Durante estos meses hemos conocido distintas relaciones amorosas que han surgido en el espacio que nos ocupa. ¿Alguna vez te has enamorado de tu vecino? ¿Conoces alguna historia que se haya forjado en la escalera, el ascensor, la piscina o los jardines? Si la respuesta es que sí seguramente te suene alguno de estos relatos.

Antonio llegó como inquilino del tercero a la comunidad y un día se topó con su atractiva vecina. Todas las mañanas se cruzaban en los buzones para recoger las cartas, se miraban, hablaban del edificio y del tiempo que hacía esa mañana. Pasaban las semanas así y la rutina ordinaria se repetía de forma incesante hasta que un día uno de los dos tomó la iniciativa y le dijo de ir a tomar algo a su casa. Bea, que es como se llama la otra protagonista de esta historia, aceptó. En ese primer encuentro surgió la chispa y la química entre los dos se acentuó hasta que los dos terminaron viviendo en el piso de él y ella dejó su alquiler, pero no le importó porque encontró el amor.

Ana y Pedro se conocieron siendo compañeros de piso. Irónico, ¿verdad? Al principio ella no soportaba sus manías y odiaba que le despertara todas las mañanas de forma estruendosa con la máquina del café, el ruido de la ducha y el portazo al irse a trabajar. A él, en cambio, le fascinaba cuando se enfadaba y hacía más ruido todavía para verle refunfuñar. Así pasaron los meses hasta que, tal día como hoy, un 14 de febrero, Ana había quedado con su novio para celebrarlo cuando surgió lo más inesper9ado. Su pareja le dejó tirada y le dijo que necesitaba  tiempo. Ana se refugió en su compañero de piso, Pedro, y descubrió que todo lo que había buscado siempre estaba justo delante de ella. A día de hoy viven juntos en un ático, en Madrid, y tienen una niña preciosa que se llama Eva.

Otra historia que no puede faltar en los anales de la comunidad, que seguro que más de uno habéis protagonizado, es la del vecino misterioso, que observamos desde la lejanía como un amor platónico. ¿Quién no ha tenido alguna vez una vecina o un vecino atractivo y misterioso? Paula lo tuvo, pero no sabía cómo se llamaba, de dónde era, cuántos años tenía,  a qué se dedicaba, si vivía solo o en compañía… Pero se sentía atráida por él y cuando se lo encontraba le temblaban hasta las piernas. Pero como buen amor platónico pasaron los años y el vecino misterioso se marchó. Paula no logró nada más que un cruce par de palabras en el ascensor. Pero, ¡qué cruce!

Amores perrunos 

Por el título podéis imaginaros quiénes protagonizan esta historia. Ellos son Edgar y Sara. Vecinos desde hace años en la finca y amantes de los perros. Como buenos apasionados, tienen bajo su tutela a dos frenchies preciosos, Luna y Rocky. Ambos han protagonizado paseos románticos en el parque, cenas, excursiones y se han revolcado en la misma hierba. Mientras tanto, la tensión entre Edgar y Sara iba en aumento, hasta que un día decidieron imitar a sus cachorros y dejarse llevar por el lenguaje no verbal. El primer encuentro que resolvió esta trama de amor se produjo en el ascensor una mañana cualquiera, cuando bajaban a sus pequeños al parque y se dieron el primer beso de los muchos que vendrían después. Con el tiempo necesitaron más espacio y se mudaron del edificio a un chalet de madera, alejado de la ciudad con sus frenchies.

Y hasta aquí podemos contar.

¿Y vosotros? ¿Habéis tenido una relación amorosa con vuestro vecino que queráis contar?